Neurodidáctica: la ciencia entra en las aulas

Artículo de la especialista en neurodidáctica y psicopedagoga Beatriz Merino

 

Desde finales del siglo XX la neurociencia no ha dejado de sorprendernos con nuevos avances y descubrimientos sobre el funcionamiento del cerebro, algunos de los cuales han sido fundamentales para entender cómo se produce el aprendizaje y qué estrategias pueden favorecerlo. A raíz de estos hallazgos ha surgido una nueva disciplina, la neurodidáctica, en la que esta información que nos proporciona la ciencia, confluye con los conocimientos de la pedagogía y la psicología con el objetivo de mejorar la educación.

Esta visión multidisciplinar permite un acercamiento global a los procesos de enseñanza aprendizaje y, pese a la dificultad que encarna la aplicación del método científico en un ambiente con tantas variables como las del aula, ha revelado ya algunas evidencias sobre las mejores estrategias para enseñar a los alumnos. La neurodidáctica ha demostrado, por ejemplo, la importancia que tiene la gestión emocional en el aula, tanto de los alumnos como de los propios maestros; lo positivo del aprendizaje con los demás en entornos colaborativos y la relevancia de la curiosidad y la investigación para generar aprendizajes significativos. 

No obstante, la aportación más destacable hasta el momento es la neuroplasticidad cerebral. Diversos experimentos demuestran que el cerebro tiene una capacidad de cambio extraordinaria, pudiendo reorganizarse a sí mismo y crear nuevos circuitos neuronales a través de la experiencia, el pensamiento, el aprendizaje y la interacción con el ambiente. Desde el punto de vista educativo, conocer esta capacidad de cambio en el cerebro de nuestros alumnos, nos guía hacia una enseñanza centrada en ofrecer oportunidades de aprendizaje ricas y variadas que permitan que todos puedan llegar a aprender aquello que queremos enseñarles. Sus cerebros están preparados para lograrlo y los docentes solo tenemos que encontrar el procedimiento adecuado para que lo consigan.

Además, esta capacidad que tiene el cerebro para reorganizarse se produce durante toda la vida y esto nos abre las puertas también a los adultos, a emprender nuevos caminos y a buscar nuevas metas. Tenemos a nuestro alcance todo un mundo de posibilidades para seguir creciendo y disfrutando del placer de aprender.


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